No lo puedo evitar. Supongo que será por los niños, pero ni toda mi conciencia por el no consumismo, el agnosticismo, ni el crudo y sucio ataque que estamos sufriendo la clase trabajadora, la ciudadanía y la democracia...(Uf!, me he quedado a gusto!, como para hacer amigos...) en fin, que ni por esas consigo cogerle manía a la Navidad en su sentido más plástico, que no de "plástico" (léase productos de los bazares orientales, tradiciones importadas y lo último, el Ratzinger que nos recorta hasta el buey y la mula del pesebre diciendo que es cuento, a buenas horas mangas verdes!, ahora se entera?). En fin, que pese a que cada vez es todo más artificial y artificioso, me encantan los colores, las luces, el derroche de imaginación, aunque dentro de unos clichés muy claros. Aprovecharé mientras me dure el impulso, que no creo que será por mucho tiempo. Esta vez os muestro mis bolas de Navidad, para quién tenga mucho espíritu y no pueda conformarse sólo con tenerlas en el árbol, ya se las puede poner de broche o colgar del cuello.
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